jueves, 16 de diciembre de 2010
A todas mis "Exdoncellas en apuros"
Así pues las palabras escritas son las carreteras nacionales por las que conduzco, hasta que encuentre la autopista que me lleve al mismo destino. Creo que estoy demasiado metafórica.
Me llevaba rondando por la cabeza, ya hace mucho tiempo si publicar esta pequeña narración. Forma parte de lo que me gustaría que algún día fuera un guión, por ahora es un escrito de muchas páginas con muchisimas descripciones. No sabía si dejar que lo leyeran libremente, no sabía si podría sentirme cómoda desatándolo. Probablemente por miedo a la crítica. O quizás igual que el personaje, sentir deseos no te dice como hacerlos reales. En mi caso si las palabras solo son mías, para mí serán mágicas. Pero una vez que otros ojos las lean la magia será relativa.
Sin embargo, esta noche es distinta. No hay ese temor, por lo menos en los últimos 10 minutos. Con lo que me apuraré antes de que el miedo se apodere de mi y no pueda pulsar "PUBLICAR ENTRADA".
Es una forma de agradecer a todas esas Exdoncellas en apuros, que ahora son brujas malvadas. Acompañarme y mostrarme solo el principio de un camino que será muy largo, pero muy excitante.
Aquí os lo dejo.
“Eva se sintió inmediatamente atraída hacía él. Su sentimiento era totalmente instintivo como si fuera un animal. No podía dejar de mirarlo. Todo su cuerpo deseaba ser acariciado, amado como nunca lo habían hecho.
Toda clase de fantasías bombardeaban su cabeza. No veía el momento de que la distancia se redujera a cero. Su razón había quedado completamente anulada, sepultada bajo sus deseos sexuales.
Lo buscaba con la mirada, con sus gestos, con sus hormonas. Pero ¿Qué iba a hacer? Estaba en plena calle, ¿Cómo iba a acercarse y que pareciera natural? Pero entonces cuando estaba mascullando su plan de aproximación sucedió lo que menos esperaba que él se acercara a pedirle fuego. Ella ignoró por completo la frase tan típica que había utilizado. Simplemente abrió el bolso y le dio fuego
Tras esta acción se ahogaron las palabras, él dio una calada a su pitillo sin dejar de mirarla a los ojos. Ella esperó a que alejase el cigarro de su boca y se abalanzó a él. Le besó, como si la vida le fuera en ello. Fue breve. Al separarse pensó que él le gritaría que estaba loca y se iría pero en vez hacer lo más sensato. La agarro por la cintura fuerte y decididamente, la aproximó hasta que sus labios quedaron a escasos milímetros. Sintió como su respiración se aceleraba y le devolvió el beso.
Se besaron insistente e impetuosamente durante unos minutos. En medio de la calle, ignorando el bullicio que los rodeaba. Ajenos de cualquier comentario que les pudieran propiciar los excitados espectadores.
Concientes de que aquel no era el lugar indicado para saciar sus ansias el chico, el cual Eva desconocía incluso su nombre. Se separo de ella, le cogió de la mano y comenzó a caminar calle abajo. Eva intentó decir que a donde la llevaba pero como conociendo sus intenciones él se paró, se giró y le tapó la boca con un dedo diciéndole:
Chico desconocido: No tengas miedo, disfrútalo.
Eva sin saber muy bien porque quizás por su tono de voz, por su mirada sincera o por los movimientos de su boca, no sintió ningún miedo. Sentía una confianza plena, se dejó llevar.
El camino no fue muy largo, pero la sensación fue que era eterno. Callejearon por los rincones más oscuros de la zona, avivando de portal en portal aquella fogosidad que había despertado en el instante que se conocieron. Siempre sin pasarse de lascivos, tocándose, besándose, disfrutando y haciendo que el acompañante gozara lo máximo posible.
Llegaron a la puerta de un antiguo almacén. El chico cogió las llaves de su bolsillo y abrió la puerta. Eva se quedó paralizada en el umbral sin saber que hacer. Su acompañante como acostumbrado a aquella situación la fue a buscar, la cogió por la muñeca y la invitó a entrar en aquel lugar.
No podía distinguir nada en su interior ya que la oscuridad era tupida. Cuando ya estaba dentro la soltó un instante. Eva se quedó sola en medio del infinito vacío, excitada y receptiva por todo lo que podía suceder.
Cuando la luz se encendió no iluminó claramente todo el espacio sino que la iluminación entre dejaba ver lo que allí se encontraba. Era un ambiente sugerente, como se suele decir intimo. Las paredes estaban desnudas. Solo hormigón virgen, sin pintura que las maquillara. Sobre ellas había cuadros que le daban el punto personal, eran oscuros, llenos de dinamismo y belleza. El color rojo que les proporcionaba un toque de sensualidad y violencia.
Todo estaba lleno de lienzos, sábanas manchadas, pintura, caballetes de madera, una mesa enorme llena de barro, esculturas echas y a medio hacer. También había esculturas metálicas, llenas de fuerza y erotismo.
Una pequeña cocina americana al fondo increíblemente estaba muy limpia, ordenada. Era el contrapunto a la zona de expansión artística.
Eva se encontraba total y absolutamente abstraída por el lugar en el que se encontraba cuando, sintió que alguien le rodeaba la cintura Le besaba el cuello casi imperceptiblemente. Sus pelos se erizaron de placer y deseo.
Estaba envuelta en sus garras. Perdida entre sus manos, encandilada por su mirada que pasó por alto que la música irrumpía en sus oídos. Era un sonido desconocido para ella hasta aquel momento, era sugerente, mística, algo así como melodías indias.
Eva intentó girarse pero su futuro amante se lo impidió, susurrándole al oído “espera”. Ella le hizo caso se quedó mirando al frente esperando a que él la sorprendiera. Volvió a besarla en el cuello y le colocó un suave pañuelo sobre los ojos. Mientras lo hacía le susurró al oído que confiara en él. La cogió de las manos y la llevó hasta la cama. Al borde de aquel sugerente lecho comenzó a desnudarla sin dejar de besarla. Ella aprendiendo a medida que recorría el camino, lo fue desnudando al tacto. Y cuando sus manos se perdían en las tinieblas, él las hacía regresar a su lugar.
Estaban ya en ropa interior. Eva seguía con los ojos tapados. Estaba tan excitada que sentía que iba a explotar. Temblaba pero no era miedo.
Estaba totalmente desnuda, pero no se sentía desnuda, estaba cómoda, se sentía segura. Era la primera vez que no se encontraba llena de tabúes y complejos.
Él continuaba tocándola y besándola, la guió a la cama y allí la acostó suavemente. Eva sentía sus caricias con tal intensidad que podía sentir cada línea de sus huella dactilares. Oía sus respiraciones jadeantes aceleradas, excitadas cosa que la encendía todavía más. Estaba al punto de la catarsis.
Jamás había disfrutado tanto de algo tan banal como el sexo, no hacer el amor, sino el acto más instintivo y animal que conocía. No existía ningún tipo de relación emocional, no se conocían, desconocía su nombre, su trabajo, su infancia, era tan espontáneo, lo deseaba, la deseaba y se acostaron. Pero el respeto era su única y más importante norma que sin ser pronunciada estaba presente…”
domingo, 14 de noviembre de 2010
Te conocí hace un año
No saber como enfrentarse a algo que había deseado tantos años de su vida. Como mirar algo que había visto infinidad de veces, que había escuchado, leído. Conocía tantas cosas de aquella ciudad, que ha veces se sentía ajena en su propio lugar de nacimiento.
Después de 8 horas, con el cuerpo cansado por el viaje, pero todavía más exhausto por los nervios. Tocaba pasar por la aduana. Y su primer contacto con un lugareños no fue como habría imaginado. Fue seco, hostil y poco acogedor. Pero ella pensó estoy aqui, es lo que cuenta.
Saliendo a la zona de tránsito el Karma le regaló una canción. Una canción que ahora tendría un sabor distinto. Ahora sería real, ahora sabría lo que significaba pero para ella, no solo para Frank.
Cogieron el trasporte que los llevaba al hotel. Y al salir del aeropuerto, allí estaba. Ante ella. Con sus mejores galas, imponente, glamurosa, decadente. Pero sobre todo real. Tan real como las lágrimas que intentaban brotar de sus ojos.
Pero la emoción que empezaba a surgir se volvió a esconder a la llegada a su hotel. No era lo que esperaba. Era frío, sin carisma, un lugar de paso. Un edificio impermeable, un habitáculo vacío de recuerdos de todos los que allí habitaron, independientemente de cuanto tiempo.
Ella se sintió defraudada, como si sus expectativas se hubiesen ido en el taxi vuelta al aeropuerto. Y pensó " tengo que estar aquí 15 días ". Viendo que la decepción se hacía tangible, su acompañante cogió su chaqueta, agarró su mano y la llevó a la calle.
Sin rumbo definido empezó a caminar calle a bajo, mirando el suelo, asustada de levantar la mirada y que su creciente decepción se hiciera inmensa como los rascacielos que adornaban la ciudad, que le aterraba mirar. Pero en algún momento tendría que hacerlo y vaya si lo hizo. Y la coincidencia hizo que se encontrara con uno de los edificios más hermosos de la ciudad. No solo hermoso, el rascacielos más anciano de la ciudad. Pero la edad no le había restado personalidad, sino que había ganado en carisma.
Y la decepción se convirtió en curiosidad, y a cada paso que daba en fascinación hasta llegar a el icono de la ciudad.
Allí frente a él. No tenía palabras, no sentía hambre, no sentía frío, ni cansancio. Sentía algo que había olvidado. Que había desterrado de su vida cuando aún era una niña. Sentía fe.
Sentía que los sueños no son solo sueños. Que los sueños pueden ser de metal, luz y hormigón.
Que hay algo mejor que los sueños, la realidad.
Y allí en medio de la acera, de un lluvioso sábado de noviembre ella se enamoró. La quería en la distancia, la deseaba en silencio. Y aquella noche, conociéndola solo de unas breves horas, con un primer contacto desastroso. Se le declaró y la ciudad la acogió.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Cuando los Zombies están muy vivos
jueves, 21 de octubre de 2010
Mierda, si es verdad que esto me gusta
Me había pasado un mes rodeada de gente desconocida, lidiando con imprevistos, problemas y broncas. Trabajando horas y horas, fines de semana, con mal tiempo, mojándome y a veces con no muchas ganas de hablar, o a veces incluso respirar. Pero a pesar de que suene como una tortura, un caos lleno de hostilidad, pero un caos lleno de mágia y encanto. Sí, confirmado, realmente soy masoca.
La prueba de fuego para saber si realmente el audiovisual es mi capricho o mi deseo más anhelado. Y ohh! sorpresa es mi deseo, al mismo tiempo mi capricho y en el fondo de mis entrañas espero que mi destino. Lo que pasa es que el destino a veces es un pelín juguetón. Se está haciendo derrogar, esperar o quizás lo que desea es que yo lo corteje, como si fuera una virginal doncella. A la que tengo que demostrarle mi devoción con grandes e impresionantes hazañas. Y mi mayor demostración es la paciencia y el tesón.
Ansío que esta última experiencia sea suficiente para apaciguar mis miedos, mis temores a no llegar nunca a escribir el guión que tanto imagino, el de mi propia vida.
Intentaré que mi próxima entrada sea sobre una película y que no sea dentro de un mes, si tardo mucho es que algo emocionante y caótico a vuelto a mi vida. Ojalá.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Y así empieza mi guión
Sec 1 Salón Int Noche
Un pequeño salón de una casa perdida en un pueblo no muy lejos de una hermosa ciudad. El salón tenía tres sofás individuales, todos distintos, una mesa de comedor de madera con seis sillas a juego. Frente a la mesa había un pequeño aparador sobre la que había varios marcos de fotos, una antigua televisión en blanco y negro, de aquellas en las que la carcasa era de madera, y para sintonizar tenías que dar vueltas a los botones hasta que apareciera algún canal.
En la sala había una mujer sentada en una de las butacas, con un costurero arreglando una camisa de hombre. La mujer tenía unos 31 años, con el pelo corto, los ojos verdes y las manos ásperas llenas de cicatrices de las miles de puntadas que sus dedos habían dado para construir tantos y tantos vestidos.
A su lado estaba sentado en otra butaca un hombre de unos 33 años, de pelo negro, tenía unas gafas, tipo de policía corrupto pero de ver. Al igual que la mujer, sus manos estaban gastadas probablemente de trabajar con ellas, pero a pesar de su rugosidad eran unas manos hermosas, manos que contaban historias, manos que al rozar cualquier piel se emocionarían porque a través de sus líneas se escuchan leyendas.
En la tercera butaca había un niño de nueve años, de pelo muy oscuro, con unas grandes gafas, con cristales contundentes, pero las gafas no eran suficiente como para ocultar aquellos grandes y expresivos ojos. Estaba en pijama y miraba con atención aquella tele vieja.
Pero había una persona más en aquella habitación, sentada sobre el regazo de su padre, una niña miraba hacía la tele con expectación y fascinación. No debía tener más de cuatro años, su pelo era castaño, estaba algo rellenita, pero eso le proporcionaba un aspecto muy tierno. Solía ser bastante inquieta pero lo que veía la tenía como hipnotizada.
Años después esa niña recordaría aquella escena y descubriría algo que en aquella noche cualquiera de 1986 no había sido consciente. La fascinación por aquellas imágenes se convertiría en pasión, y esa película fue la semilla de dos grandes pasiones de su vida. King Kong de 1933, le mostró la mágia del cine, la decadencia de la industria y que cuando amas algo, negarlo es inútil porque siempre acabas frente a él. Y conoció la existencia de una ciudad en que quizás el cine podría no verse a través de una pantalla, sino que lo real fuera todavía más fascinante que la película. Así escucho por primera vez el nombre de New York.